jueves, 8 de septiembre de 2011

Constituciones forales

Serafín Olave Díez nació en Sevilla el año 1831 y murió en Calahorra el 15 de enero de 1884; ingresó en la Academia de Artillería de Segovia el año 1849; en 1858 fue destinado a Filipinas, y desde el año siguiente al 1862 estuvo en la expedición a Cochinchina, soportando graves calamidades, que le merecieron la cruz de San Fernando y la de la Legión de Honor de Francia. Volvió a España en 1862 con el tratado de paz, y fue ascendido a teniente coronel. Fue a Cuba en 1869, donde fue herido en los combates y ascendido a coronel. Se presentó a las elecciones en 1872, quedando designado diputado, cosa fácil dado que la abstención carlista fue superior al 90 por ciento. Participó como republicano en la proclamación de la I República y favoreció el levantamiento cantonal. En la guerra carlista tomó parte con el ejército. Destacó como fuerista sobre todo en sus publicaciones. Se transcribe íntegra su obra:
Reseña histórica
y análisis comparativo de las

Constituciones forales

de Navarra, Aragón, Cataluña y Valencia
por Serafín Olave y Díez,
Diputado a Cortes ordinarias y constituyentes, en las últimas legislaturas
por Navarra

Madrid, Imprenta, Estereotipia y Galvanoplastia de Aribau y C.ª
(sucesores de Rivadeneyra),
Impresores de Cámara de S. M.
Duque de Osuna, número 3
1875

Índice
Nuestros propósitos
Capítulo preliminar. ¿Quiénes comenzaron la reconquista de España después de la invasión sarracena? ¿Quiénes fueron los conservadores de la verdadera nacionalidad española?
Capítulo I. Orígenes de los tres reinos y del condado. Tolerancia de cultos.
Capítulo II. El Justicia de Aragón. Privilegios de la Unión. Privilegio general.
Capítulo III. Origen del sistema representativo.
Capítulo IV. Las Cortes se reunían sin necesidad de ser llamadas por la Corona y legislaban en la plenitud de sus facultades, aunque el rey no asistiese o se ausentase de ellas después de haber concurrido.
Capítulo V. Juramento necesario de los monarcas y de los príncipes sucesores. Fórmula de alzar el rey. Consentimiento expreso y necesario del reino en Cortes.
Capítulo VI. Derecho de paz y guerra. Donativos.
Capítulo VII. Reclamación de agravios o contrafueros. Mandato imperativo a los procuradores. Revocación de los poderes de éstos si no daban gusto a los pueblos. Intervención en la casa real. Nombramiento de los consejeros del rey. Provisión de la corona.
Capítulo VIII. Brazos de las Cortes. Sistema electoral.
Capítulo IX. Asiento en las Cortes del Justicia de Aragón. Inviolabilidad parlamentaria. Derechos políticos de las mujeres.
Capítulo X. Las Cortes resolvían acerca de su reglamento interior. Iniciativa y facultad legislativa. Defectos del sistema parlamentario foral y su fácil reforma, con arreglo a los mismos fueros. Diputación permanente, general o del reino.
Capítulo XI. Antigüedad del sistema municipal en Navarra, Aragón, Cataluña y Valencia. Caracteres del mismo desde sus principios.
Capítulo XII. Sistema municipal en Navarra. Tendencia a federarse. Derechos individuales. Venta de facultades, jurisdicciones y oficios por la corona durante el reinado de la casa de Austria. Espíritu liberal conservado hasta este siglo. Nobleza de los oficios llamados viles en Castilla. Resistencia a las comisiones militares ejecutivas que estableció Fernando VII. Enseñanza obligatoria: Vínculo.
Capítulo XIII. Sistema municipal en Cataluña. Privilegios de varias poblaciones. Régimen en Barcelona. Consejo de Ciento. Elecciones por insaculación. Concelleres. Enérgica conducta del Conceller Juan Fibeller obligando al rey D. Fernando I a pagar el impuesto que le correspondía satisfacer en Barcelona.
Capítulo XIV. Semejanza de las instituciones municipales de Aragón y Valencia con las de Cataluña y Navarra. Particularidades de las primeras. Veintena de Zaragoza. Mancebía de Valencia. Tribunal de las Aguas.
Capítulo XV. Navarra después de la anexión. Situación actual.
Capítulo XVI. Conclusión
Notas.

Nuestros propósitos.
Hemos dicho, en un prospecto, que no intentábamos invadir el terreno de la política de actualidad.
Este libro, añadíamos, es un mero trabajo histórico, de los que han sido permitidos siempre a todo género de escritores; así a los que vestían el sayal, como a los que se honraban con la toga; así a los de profesiones pacíficas y sedentarias, como a los dedicados a la ruda carrera de las armas; lo mismo antes de los Reyes Católicos, que mientras reinaron éstos; bajo el cetro de Carlos I, Felipe II, y demás monarcas de la dinastía austriaca, como ocupando el trono de España Felipe V y sus sucesores de la casa de Borbón; tanto hallándose el país en periodos de interinidad, como reinando don Amadeo de Saboya.
Esto no quiere decir que desconozcamos ni hipócritamente neguemos la inmensa trascendencia de los estudios históricos en el gobierno de los pueblos.
Al contrario: estamos perfectamente convencidos, y también lo hemos dicho, de que, si no todas, la mayor parte de las calamidades, perturbaciones, guerras y desastres generales que afligen a la humanidad, provienen tan solo de la ignorancia o del equivocado conocimiento y de la frívola o falsa apreciación de la Historia.
No de esta historia que amontona fechas, detalles inútiles y cronologías interminables, pasto indigesto del erudito, balumba de la memoria, embarazo del entendimiento y rémora de la voluntad; sino de la Historia que medita, analiza y compara.”
Abrigamos la persuasión íntima de que todas las causas de la miserable suerte que aflige a nuestra pobre España, pueden referirse a una: ¡La ignorancia!
De ella nacen, por un lado, el fanatismo y la intolerancia; por otro, la perversidad y el engaño.
Su conjunto constituye hoy la gran sociedad de EXPLOTACIÓN NACIONAL que ha usurpado hasta su apellido, quitándosele a una Ciencia, para llamarse ¡POLÍTICA!
Alejados nosotros de sus actuales repugnantes confines, creemos prestar un servicio de trascendencia suma, sólo con recordar la historia y evocar el espíritu de sabias Constituciones, bajo las cuales vivieron días felices, honrados y gloriosos nuestros abuelos, engrandeciendo la patria hasta colocarla en su apogeo.
No necesitamos hacer política.
Basta la virtualidad propia de los hechos históricos que relatemos.
Los navarros, aragoneses, catalanes y valencianos, que, víctimas de su explotada ignorancia, defiendan el absolutismo de los reyes, y al mismo tiempo guarden en su sigue en pdf

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